Muchas mujeres en esta etapa lo describen así:
- Dolores de cabeza, musculares o articulares más intensos que antes.
- Molestias en la piel, encías o abdomen sin causa clara.
- Dolor que aparece con más frecuencia y tarda más en ceder.
- Sensación de que el umbral del dolor bajó: lo que antes era tolerable ahora incomoda mucho.
¡Es real!
El estrógeno tiene un efecto antiinflamatorio y analgésico natural. Cuando sus niveles bajan, el sistema nervioso percibe el dolor con más intensidad. La progesterona y la testosterona también influyen en la relajación y la fuerza muscular: al disminuir, el cuerpo se vuelve más sensible.
¿En qué se diferencia de otros problemas?
- No es un dolor agudo por lesión puntual.
- No es únicamente estrés emocional.
- En la transición hormonal aparece de manera recurrente y está ligado al descenso de hormonas.
Muchas veces se diagnostica equivocadamente como fibromialgia cuando en realidad es parte del síndrome musculoesquelético de la menopausia.
La fibromialgia se caracteriza por dolor crónico generalizado, cansancio extremo y puntos específicos de dolor. En la peri y menopausia, el dolor es más intermitente, fluctuante y muy influido por los cambios hormonales.
Grave error
Muchos médicos no toman en cuenta la salud hormonal de las mujeres a partir de los 35 años, y esto puede llevar a diagnósticos equivocados. Tener las hormonas en niveles óptimos es clave para diferenciar entre un dolor por declive hormonal y una verdadera fibromialgia.
Hormonas y dolor: relación
- Estrógeno bajo → menos efecto antiinflamatorio y protector.
- Progesterona baja → menos calma y peor calidad de sueño.
- Testosterona baja → menos fuerza muscular y más dolor articular.
- Cortisol alto → inflamación y mayor percepción del dolor.
Otros factores a considerar
Medicamentos como ansiolíticos, algunos antidepresivos y fármacos para dormir también pueden alterar la percepción del dolor y la respuesta del sistema nervioso.
Buen momento terapéutico
La perimenopausia es la ventana ideal para evaluar terapia hormonal. Iniciarla a tiempo ayuda a estabilizar la sensibilidad nerviosa, mejorar el sueño y proteger cerebro, corazón y huesos.
Pero nunca es tarde: incluso si ya pasó el momento ideal, siempre se puede revisar cómo mejorar tu calidad de vida y tu salud. No importa en qué etapa estés, hay opciones y apoyos disponibles.
Pilares para apoyar tu cuerpo y reducir el dolor
Alimentación antiinflamatoria: omega-3, frutas, verduras, menos azúcar y procesados.
Ejercicio de fuerza y movimiento regular: libera endorfinas y protege articulaciones
Sueño reparador: clave para la recuperación y regulación del dolor.
Manejo del estrés: meditación, respiración, terapia de apoyo.
Chequeos: hormonas sexuales, metabolismo, vitamina D y minerales.
Si te pasa, pasos prácticos:
- Registra qué tipo de dolor tienes y en qué momentos.
- Evita exceso de cafeína, alcohol y azúcar.
- Consulta con una especialista actualizada y pide un plan individualizado.
- Considera terapia hormonal iniciada a tiempo: puede disminuir la sensibilidad al dolor y mejorar tu calidad de vida.