Muchas mujeres en esta etapa notan que aparece o regresa el dolor en los senos (mastalgia). Puede sentirse como tensión, sensibilidad, ardor o punzadas, a veces en un solo lado y otras en ambos. Aunque suele asociarse al ciclo menstrual, también es muy común durante la transición menopáusica.
Los síntomas más comunes incluyen:
- Dolor o sensibilidad en uno o ambos senos.
- Inflamación o sensación de pesadez.
- Dolor que empeora antes del sangrado (si aún hay ciclos).
- Molestias que aparecen incluso sin menstruación.
- Estos cambios no son “normales por la edad”, sino consecuencia directa de las fluctuaciones hormonales propias de esta etapa.
¿Por qué ocurre?
Estrógeno (estradiol): estimula el tejido mamario y su retención de líquidos.
Progesterona: regula la proliferación de las células mamarias y su ausencia genera mayor sensibilidad.
Prolactina y testosterona: también influyen en la tensión y sensibilidad del tejido.
Cuando estas hormonas bajan o fluctúan, el tejido mamario responde con inflamación, sensibilidad y dolor que puede ser intermitente o constante.
El error del mal diagnóstico
Se suele confundir con problemas graves (como cáncer) o, al contrario, se minimiza como “algo normal de la edad”, sin una evaluación adecuada. Ambas posturas generan ansiedad o descuido de la salud.
Lo que no funciona
- Ignorar el dolor sin revisar las hormonas.
- Usar únicamente analgésicos sin atender el origen.
- Normalizar el dolor como algo inevitable de la menopausia.
Terapias modernas
Hoy sabemos que el dolor mamario en esta etapa responde muy bien a un manejo integral:
- Hormonas bioidénticas (Oestrogel, Progesterona micronizada, Lenzetto) cuando están indicadas.
- Vitamina D3 en dosis personalizadas, buscando siempre el nivel óptimo de 70–90 ng/mL (no solo “en rango normal”), ya que regula la inflamación, la salud mamaria, ósea e inmune.
- Omega 3, que modula la inflamación.
- Soporte nutricional y estilo de vida, que ayudan a equilibrar el metabolismo y la inflamación.
El abordaje correcto
- Terapia hormonal personalizada.
- Alimentación antiinflamatoria rica en vegetales, proteínas y grasas saludables.
- Ejercicio regular, sobre todo de fuerza.
- Reducción de cafeína y alcohol (que agravan la mastalgia).
- Apoyo emocional y manejo del estrés.
- Mastografías y ultrasonidos según la edad y factores de riesgo.
- Medición de vitamina D en sangre y suplementación para alcanzar rango óptimo (70–90 ng/mL).
Conclusión
El dolor mamario en la peri y menopausia no es casualidad ni algo que haya que “aguantar”. Es una señal directa de los cambios hormonales y debe revisarse con un abordaje médico actualizado. Con hormonas bioidénticas, vitamina D en rango óptimo, nutrición y chequeos adecuados, se puede reducir el dolor, proteger la salud mamaria y recuperar calidad de vida.